El 9 de abril, en la ciudad de Santa Cruz, La Luz Mandarina ofrecerá su último concierto, un evento bautizado como "El último baile" que los tendrá compartiendo con sus fans y un par de bandas amigas.
Los cruceños liderados por Pablo Miño le pondrán pausa a una aventura musical iniciada hace casi 10 años.
Estamos cansados, boludo, vamos a parar un rato, chau, mañana vemos, pero ahora estamos cansados. Para mí, "El último baile" es ese gesto, nos encanta esto, pero venimos haciendo esto hace nueve años, estamos cansados, pasémosla bien, nos veremos mañana, o no.
Con orígenes que se remontan a la banda cruceña Un millón de veces, La Luz Mandarina comenzó como el proyecto personal del cantante y compositor Pablo Miño junto a amigos de otras bandas locales, como Charango, Sector7G, y Visiones. Armados de unas pocas canciones, grabaron un EP en 2013, que el mismo Miño calificaría como un proyecto de habitación que nunca estuvo pensado para ser tocado en un escenario. Temas como "Los Reyes del lugar" y "Vampiros" encontrarían su camino entre la gente y propiciaría los primeros shows en vivo de aquella nueva banda.
Nueve años después, muchas cosas han cambiado. De esa primera conformación que tenía a Miño en voz y guitarra, Sebastian Guerrero en batería, Lucia Carvalho en violín, Angel Aguilar en guitarra y Diego Tejerina en bajo, solo quedaron el primero y el último, en un agitado camino por el que pasaron más de una decena de integrantes.
Con dos EPs publicados -el homónimo de 2013 y Los días de furia y oro de 2019- un álbum (Paliza, 2016), un par de temas colaborativos y un single, hoy La Luz Mandarina se encuentra en uno de sus momentos más sensibles, a punto de iniciar una pausa indefinida -quien sabe permanente-, y despedirse con El último baile, un último encuentro con los suyos, este sábado, 9 de abril.
Sonidos de acá juntó a Pablo Miño, Diego Tejerina y Mateo Rojas, tres de los integrantes con mayor permanencia en la banda, para esta entrevista a pocos días del esperado show.
¿Cómo están? ¿Cómo están los ánimos?
Mateo: Yo estoy bien. La banda saliendo de esas turbulencias que tuvimos con los bateristas. Fue un viaje duro llegar hasta aquí.
Pablo: Ahorita yo siento que estamos de buen humor, no sé si es por la cuestión de ese "vamos, vamos, que llegamos", como que el descanso está cerca. Creo que yo lo siento así, tal vez yo soy el más estresado.
Diego: Yo estoy con hartas ganas de tocar. Hace como dos años que fue la última vez que toqué con la banda y ha pasado mucho tiempo, han pasado muchas cosas y tengo ganas de volver. Y creo que está sonando muy bien, tengo ganas de compartir esto con la gente.
Diego, ¿por qué se dio tu salida de La Luz Mandarina y cómo vuelves ahora para para este último baile?
Diego: La verdad, no es nada demasiado interesante. Simplemente, hubo un tiempo en el que no tenía muchas ganas de seguir haciendo música, entonces quise hacer una pausa y ahora estoy retomando; hace unos cuatro meses que estoy ensayando de nuevo con ellos. Eso es todo.
¿Cómo evaluan este tiempo de actividad de La Luz Mandarina? Son nueve años haciendo música.
Pablo: Súper bien. Siento que se hizo realmente lo que tuvimos ganas de hacer. Los resultados se charlarán, ahí es otra cuestión (risas), pero creo que siempre nos dimos todos los caprichos que quisimos darnos. No suelo escuchar mucho lo viejo que hicimos, pero sí lo más nuevo, siempre, como costumbre, y cuando veo el año pasado, lo único que hicimos, la canción que sacamos me re gusta, por ejemplo. Estoy contento por eso. Creo que no llegamos al bochorno, y capaz por eso está bueno parar ahora. El balance es bueno. Costó mucho, fue peleado, desde empezar, realmente no muy cómodos, como banda, no sabiendo muy bien si era una o banda o no; hasta llegar a ser lo que es ahora, y con todas las personas que están en La Luz Mandarina, como con el compromiso que tienen todos con la banda. Es muy largo, son nueve años. El momento en el que me di cuenta que eran nueve años, empecé a ver todo de otra manera, te juro, no me había percatado que era tanto tiempo.
Mateo: Yo recién estoy con la banda desde 2017, igual un buen tiempo, incluso me acuerdo verlos tocando en La Locomotora. Era un sonido que no había en la ciudad en ese momento, era algo que sí o sí te iba a llamar la atención. Ver un violín en medio de La Locomotora (risas), era bien especial. Eso ha tenido siempre la banda, algo diferente.
Diego: Ha sido un viaje bien divertido, desde que empezamos grabando canciones en el cuarto de Pablo hasta lo último que hemos grabado. Mirando atrás, hay muchas experiencias muy buenas y mucho crecimiento, y es divertido escuchar las canciones antiguas y ver las cosas que a uno se le ocurrían que por ahí ahora no serían de la misma manera, es una forma de apreciar tiempos pasados, recordar.
La Luz Mandarina ha pasado por muchos cambios de conformación. Pablo, como el integrante que estuvo en todas las etapas, ¿tienes alguna alineación favorita?
Pablo: Te diría que con la gente con la que ensayo cada vez que voy a la sala. Al final, yo siento eso después de todos estos años, ya lo siento más como una guerra, es como si realmente[silencio]... no todo es diversión, es eso. En un momento te das cuenta que deja de ser solo divertido, para que dure nueve años, y con el cuerpo de trabajo que hemos generado. Te das cuenta que te tenés que comer un montón de cosas que no están buenas, a veces. Entonces agradezco siempre la presencia de la gente que me ayuda y que dice "sigamos, boludo". Por ejemplo, habíamos grabado el último disco Los día de furia y oro, y recuerdo que Ángel [Aguilar, exguitarrista] dejó de ir a los ensayos, y en ese momento yo colapsé un poco, porque estuvimos un montón de tiempo grabando el disco y Angel era una pieza integral de la banda y del proceso de composición y todo, sin él la banda peligraba seriamente. Ya con el disco recién terminado, lo que dije fue: "está bien, lo presentamos sin Ángel si no nos da mucha bola", y me acuerdo juntarme con Mateo y con Diego y decir "muchachos, ¿qué hacemos? Acabamos de de grabar un disco, y no tenemos guitarrista, y ese disco se tiene que presentar", y la charla fue esa, "tenemos que seguir adelante, ya vemos cómo, pero tenemos que seguir adelante". Tener que tomar esas decisiones, tener que decidir a favor del bien común, no siempre es fácil, entonces aprecio mucho la ayuda de todos los que han estado en la banda, porque todos han sido clave para ese momento. No tengo favoritos, lo entiendo más como una máquina y en ese momento era necesario que estén todas las personas que estaban para que las cosas pasen. No estoy en una época muy romántica, creo (risas).
¿Cuál consideran que ha sido el punto más alto en la carrera de la luz mandarina?
Mateo: De los últimos años, el evento más significativo fue la presentación del disco [Los días de furia y oro, en octubre de 2019] después de todo lo que nos pasó, y habían los conflictos del país, entonces no era ni seguro que se iba a hacer. Lograrlo fue muy importante.
Pablo: Yo creo que ese fue el momento más alto, para mí al menos, haber grabado ese disco. Ponele que el primer disco fue como un accidente, las canciones estaban y estábamos ahí nosotros, qué sé yo, apareció Cristóbal [Ulloa, de Charango] y dijo "graben", y grabamos. En cambio para cuando grabamos el segundo disco todas la canciones fueron compuestas como banda, había una sensación de propósito, había una idea de qué mierda éramos, y después el proceso de escribir ese disco. Habían sesiones con Mateo, escribiendo cada arreglo, después con Daniel escribiendo cada arreglo, con Sebastián bebiendo hasta las 5 de la mañana, grabando teclados, creo que ese fue el momento más satisfactorio porque sentía que realmente estaba logrando una cuestión cómo te la imaginabas plenamente, y cuando salimos a tocar todo eso fue como sensación de logro.
Mateo: Fue uno de los conciertos con más producción. Cuando recién entré tocamos en Meraki [Teatro Bar] y después era tocar en boliches, algunas veces no entrábamos todos, estábamos apeñuscados ahí.
Pablo: Aparte que desde ese disco en adelante fue que empezamos a hacer los videos, al menos yo me sentía más representado por eso y quería como completar el relato; sentía que de alguna manera se lo merecía, fue bien importante. A partir de ahí, me comenzó a pasar más seguido también, porque al principio yo tenía mucho miedo con todo lo que hacíamos, el miedo al qué dirán, de alguna manera, una falta de experiencia total. A partir de ahí sentía un poco más de seguridad con las cosas; la última canción que hicimos creo que se la mostré a un par de amigos fuera de la banda y me decían que no estaban muy convencidos, como qué carajo es esto, y me importó un huevo; fue como "che, vamos a grabar un bolero, de una, vamos, hagámoslo"; cada vez que hacíamos algo nuevo fui más indiferente a los comentarios, la verdad; creo plenamente que esto es lo que quiero hacer y ya.
Diego: Estoy de acuerdo con los chicos, en cuanto al punto más alto. Como decía Pablo, el anterior disco de estudio es como una ensalada de canciones de distintos momentos, pero este último es parte de un solo proceso y se nota cómo creció la banda, y a nivel registro creo que refleja mucho mejor lo que era la banda en ese momento. De conciertos, hubo una vez que tocamos en Meraki, el acústico [parte del festival Pulsos, en julio de 2019], que tocamos con el acordeón, es uno de mis favoritos.
Pablo: Sí, esa noche la recuerdo con mucho cariño, estuvo buenísimo.

Nueve años después, muchas cosas han cambiado. De esa primera conformación que tenía a Miño en voz y guitarra, Sebastian Guerrero en batería, Lucia Carvalho en violín, Angel Aguilar en guitarra y Diego Tejerina en bajo, solo quedaron el primero y el último, en un agitado camino por el que pasaron más de una decena de integrantes.
Con dos EPs publicados -el homónimo de 2013 y Los días de furia y oro de 2019- un álbum (Paliza, 2016), un par de temas colaborativos y un single, hoy La Luz Mandarina se encuentra en uno de sus momentos más sensibles, a punto de iniciar una pausa indefinida -quien sabe permanente-, y despedirse con El último baile, un último encuentro con los suyos, este sábado, 9 de abril.
Sonidos de acá juntó a Pablo Miño, Diego Tejerina y Mateo Rojas, tres de los integrantes con mayor permanencia en la banda, para esta entrevista a pocos días del esperado show.
¿Cómo están? ¿Cómo están los ánimos?
Mateo: Yo estoy bien. La banda saliendo de esas turbulencias que tuvimos con los bateristas. Fue un viaje duro llegar hasta aquí.
Pablo: Ahorita yo siento que estamos de buen humor, no sé si es por la cuestión de ese "vamos, vamos, que llegamos", como que el descanso está cerca. Creo que yo lo siento así, tal vez yo soy el más estresado.
Diego: Yo estoy con hartas ganas de tocar. Hace como dos años que fue la última vez que toqué con la banda y ha pasado mucho tiempo, han pasado muchas cosas y tengo ganas de volver. Y creo que está sonando muy bien, tengo ganas de compartir esto con la gente.
Diego, ¿por qué se dio tu salida de La Luz Mandarina y cómo vuelves ahora para para este último baile?
Diego: La verdad, no es nada demasiado interesante. Simplemente, hubo un tiempo en el que no tenía muchas ganas de seguir haciendo música, entonces quise hacer una pausa y ahora estoy retomando; hace unos cuatro meses que estoy ensayando de nuevo con ellos. Eso es todo.
¿Cómo evaluan este tiempo de actividad de La Luz Mandarina? Son nueve años haciendo música.
Pablo: Súper bien. Siento que se hizo realmente lo que tuvimos ganas de hacer. Los resultados se charlarán, ahí es otra cuestión (risas), pero creo que siempre nos dimos todos los caprichos que quisimos darnos. No suelo escuchar mucho lo viejo que hicimos, pero sí lo más nuevo, siempre, como costumbre, y cuando veo el año pasado, lo único que hicimos, la canción que sacamos me re gusta, por ejemplo. Estoy contento por eso. Creo que no llegamos al bochorno, y capaz por eso está bueno parar ahora. El balance es bueno. Costó mucho, fue peleado, desde empezar, realmente no muy cómodos, como banda, no sabiendo muy bien si era una o banda o no; hasta llegar a ser lo que es ahora, y con todas las personas que están en La Luz Mandarina, como con el compromiso que tienen todos con la banda. Es muy largo, son nueve años. El momento en el que me di cuenta que eran nueve años, empecé a ver todo de otra manera, te juro, no me había percatado que era tanto tiempo.
Mateo: Yo recién estoy con la banda desde 2017, igual un buen tiempo, incluso me acuerdo verlos tocando en La Locomotora. Era un sonido que no había en la ciudad en ese momento, era algo que sí o sí te iba a llamar la atención. Ver un violín en medio de La Locomotora (risas), era bien especial. Eso ha tenido siempre la banda, algo diferente.
Diego: Ha sido un viaje bien divertido, desde que empezamos grabando canciones en el cuarto de Pablo hasta lo último que hemos grabado. Mirando atrás, hay muchas experiencias muy buenas y mucho crecimiento, y es divertido escuchar las canciones antiguas y ver las cosas que a uno se le ocurrían que por ahí ahora no serían de la misma manera, es una forma de apreciar tiempos pasados, recordar.
La Luz Mandarina ha pasado por muchos cambios de conformación. Pablo, como el integrante que estuvo en todas las etapas, ¿tienes alguna alineación favorita?
Pablo: Te diría que con la gente con la que ensayo cada vez que voy a la sala. Al final, yo siento eso después de todos estos años, ya lo siento más como una guerra, es como si realmente[silencio]... no todo es diversión, es eso. En un momento te das cuenta que deja de ser solo divertido, para que dure nueve años, y con el cuerpo de trabajo que hemos generado. Te das cuenta que te tenés que comer un montón de cosas que no están buenas, a veces. Entonces agradezco siempre la presencia de la gente que me ayuda y que dice "sigamos, boludo". Por ejemplo, habíamos grabado el último disco Los día de furia y oro, y recuerdo que Ángel [Aguilar, exguitarrista] dejó de ir a los ensayos, y en ese momento yo colapsé un poco, porque estuvimos un montón de tiempo grabando el disco y Angel era una pieza integral de la banda y del proceso de composición y todo, sin él la banda peligraba seriamente. Ya con el disco recién terminado, lo que dije fue: "está bien, lo presentamos sin Ángel si no nos da mucha bola", y me acuerdo juntarme con Mateo y con Diego y decir "muchachos, ¿qué hacemos? Acabamos de de grabar un disco, y no tenemos guitarrista, y ese disco se tiene que presentar", y la charla fue esa, "tenemos que seguir adelante, ya vemos cómo, pero tenemos que seguir adelante". Tener que tomar esas decisiones, tener que decidir a favor del bien común, no siempre es fácil, entonces aprecio mucho la ayuda de todos los que han estado en la banda, porque todos han sido clave para ese momento. No tengo favoritos, lo entiendo más como una máquina y en ese momento era necesario que estén todas las personas que estaban para que las cosas pasen. No estoy en una época muy romántica, creo (risas).
¿Cuál consideran que ha sido el punto más alto en la carrera de la luz mandarina?
Mateo: De los últimos años, el evento más significativo fue la presentación del disco [Los días de furia y oro, en octubre de 2019] después de todo lo que nos pasó, y habían los conflictos del país, entonces no era ni seguro que se iba a hacer. Lograrlo fue muy importante.
Pablo: Yo creo que ese fue el momento más alto, para mí al menos, haber grabado ese disco. Ponele que el primer disco fue como un accidente, las canciones estaban y estábamos ahí nosotros, qué sé yo, apareció Cristóbal [Ulloa, de Charango] y dijo "graben", y grabamos. En cambio para cuando grabamos el segundo disco todas la canciones fueron compuestas como banda, había una sensación de propósito, había una idea de qué mierda éramos, y después el proceso de escribir ese disco. Habían sesiones con Mateo, escribiendo cada arreglo, después con Daniel escribiendo cada arreglo, con Sebastián bebiendo hasta las 5 de la mañana, grabando teclados, creo que ese fue el momento más satisfactorio porque sentía que realmente estaba logrando una cuestión cómo te la imaginabas plenamente, y cuando salimos a tocar todo eso fue como sensación de logro.
Mateo: Fue uno de los conciertos con más producción. Cuando recién entré tocamos en Meraki [Teatro Bar] y después era tocar en boliches, algunas veces no entrábamos todos, estábamos apeñuscados ahí.
Pablo: Aparte que desde ese disco en adelante fue que empezamos a hacer los videos, al menos yo me sentía más representado por eso y quería como completar el relato; sentía que de alguna manera se lo merecía, fue bien importante. A partir de ahí, me comenzó a pasar más seguido también, porque al principio yo tenía mucho miedo con todo lo que hacíamos, el miedo al qué dirán, de alguna manera, una falta de experiencia total. A partir de ahí sentía un poco más de seguridad con las cosas; la última canción que hicimos creo que se la mostré a un par de amigos fuera de la banda y me decían que no estaban muy convencidos, como qué carajo es esto, y me importó un huevo; fue como "che, vamos a grabar un bolero, de una, vamos, hagámoslo"; cada vez que hacíamos algo nuevo fui más indiferente a los comentarios, la verdad; creo plenamente que esto es lo que quiero hacer y ya.
Diego: Estoy de acuerdo con los chicos, en cuanto al punto más alto. Como decía Pablo, el anterior disco de estudio es como una ensalada de canciones de distintos momentos, pero este último es parte de un solo proceso y se nota cómo creció la banda, y a nivel registro creo que refleja mucho mejor lo que era la banda en ese momento. De conciertos, hubo una vez que tocamos en Meraki, el acústico [parte del festival Pulsos, en julio de 2019], que tocamos con el acordeón, es uno de mis favoritos.
Pablo: Sí, esa noche la recuerdo con mucho cariño, estuvo buenísimo.

Mes de la música: Pulsos - Teatro Meraki, julio 2019 (Foto: Pato Peters)
El público estuvo muy encendido aquella noche, y ustedes volvían a tocar después de mucho tiempo...
Pablo: Sí, casi después de un año. Justamente fue que nos tomamos ese año para grabar, yo no quería perder el tiempo ensayando, esa fue una de las razones por las que nos peleamos con Angel; yo quería pasar horas y dedicarle tiempo. Ese disco lo maqueteamos todo en mi casa y entre lo que hicimos, grabamos e hicimos todos esos arreglos, pasamos un año, y no por vagancia, sino porque de verdad era una cuestión de "hoy no salió, mañana va a salir, vamos de nuevo" y evidentemente se hizo hizo largo. Me acuerdo que volvimos, y pasó que tocamos con Juan Manuel [Chaín, guitarrista actual de la banda], fue su primer concierto, entonces, entre que las teníamos que reversionar porque eran acústicas y él no se sabía las canciones, la banda era cualquier cosa, era un invento loquísimo, todo desde cero, y estuvo bueno, estuvo re bueno.
Muchas veces se ha dicho que La Luz Mandarina es una de las principales exponentes del indie boliviano, no solo a nivel Santa Cruz, sino de todo el país, ¿sienten que se han convertido en un referente de la movida?
Pablo: He oído decir cosas parecidas también. Ese término "indie" nunca lo termino de entender, no sé. Lo entiendo como música generada de manera independiente, libre y bueno desde ahí tal vez. No sé qué decir; soy consciente de ciertas cosas, como que en algún momento éramos una banda medio sola en la escena cruceña, no había mucha gente con la que acompañarnos y tocábamos con bandas punk, empezamos medio ahí, tocando con Six o Sector 7G, éramos una banda medio anómala y de un tiempo a esta parte vemos como aparecen otras bandas, incluso hay como una escena. Entonces no sé si un referente pero sí estábamos medio solos, éramos como un capricho extraño, nadie terminaba de entender qué era lo que hacíamos.
Diego: No sé si un referente, sino más bien parte de un movimiento que quizá fue bajando de intensidad; hubo en algún punto que muy pocas bandas tocaban material propio en vivo y creo que ahora hay un montón, y hay un montón de eventos, y había un montón de bandas que la estaban peleando y ahora hay más que la siguen peleando y está bueno ser parte de eso.
Pablo: Nosotros venimos de la movida de Perfecto Discos de alguna forma, que fue como un boom de una vida muy breve, pero lo que dejó claro era que habían todo tipo de sonoridades en este under, habían muchas bandas sonando de muchas formas distintas, y ya al final pocos seguimos trabajando, Charango y nosotros, pero coincido con lo que dice Diego, más como parte de eso.
"Los ritmos violentos" es la última canción que grabaron como banda, publicada a mediados de 2021. ¿En algún momento sintieron que podría ser lo último que harían?
Mateo: La verdad, no. Más bien fue como una cuestión de buscar hacer algo diferente a lo que veníamos haciendo. En ese momento no tenía la sensación de que fuera a terminar o algo así.
Pablo: Yo tampoco. Me acuerdo que cuando terminamos de grabar Los días de furia y oro, y cayó la pandemia, que fue como un bache, ahí medio que me empecé a replantear, "¿qué hacemos? ¿Seguimos, paramos?", como que se había perdido el impulso, y grabar esa canción y que se dé cómo se dio y que nos guste tanto, porque creo que es nuestra canción favorita hasta ahora; y no, ni cagando, no pensé que eso fuera lo último que íbamos a hacer. La desazón y un poco esa necesidad de pausa fue naciendo después. Si bien esa canción la hicimos todos, nos tomó bastante tiempo, tuvo un laburo super artesanal esa canción, como todo lo que hacemos; nada nos sale fácil, esa también es otra cuestión, para nosotros nada es fácil, no somos como otros amigos, o conocidos, compositores re virtuosos, "tengo 20 canciones en mi disco y otras 30 para mi álbum solista" (risas), y para mí, cada canción es como un proceso de picar piedra, así como artesanos durante meses, es muy difícil para mí y creo que eso cansa también, pensar en todo el tiempo que lleva. En todo caso creo que es una buena canción con la cual hacer pausa, estamos parando con algo que nos representa creo que en lo más alto de nuestras capacidades, entonces está bueno parar ahí.
¿Hay más música que queda en el tintero?
Pablo: Algunas cosas, hay una que otra cosa. Nosotros hace un tiempo que venimos de tratar de retarnos a nosotros como banda, siempre hemos sido medio caprichosos con eso, entonces sí hay canciones, que no sé si son canciones, hay como ideas o cuestiones que podrían estar buenísimas pero que nunca resolvimos, y después hay canciones que podrían estar bien, pero creo que no son un reto para nosotros, no son como interesantes. Le debe pasar a todo el mundo, vos querés como que lo nuevo que hacés sea un poco más difícil, o no difícil, pero por lo menos inesperado, a nosotros nos interesaba eso. Cuando hicimos esta última canción nos pusimos un montón de varas, así como a propósito, yo no sé si oyeron sobre los procesos de creatividad de Brian Eno -voy a "nerdear", van a disculpar- yo en esa época, cuando estábamos grabando "Los ritmos violentos" estaba leyendo a Brian Eno y él decía que cada vez que entraba al estudio tenía como ciertas consignas, cosas que no podía hacer, que lo obligaban a pensar de otra manera. Me acuerdo que cuando fuimos a grabar, una de las cosas que teníamos como consigna era no tocar como tocamos siempre, no tocar en el 1 [compás], yo al menos soy un músico súper básico, era una manera de darle la vuelta y todos teníamos esas consignas como "no toques ahí", fue un ejercicio medio cerebral desde ese lado, pero a propósito, muy consciente. Después escuchamos el resultado final y a veces -cuando lo empezamos a ensayar- nos re costaba, era imposible tocarlo igual, como que nos excedía (risas), pero eso era lo divertido. Ya cuando sonaba nos sentíamos doblemente orgullosos.
Pablo: Sí, casi después de un año. Justamente fue que nos tomamos ese año para grabar, yo no quería perder el tiempo ensayando, esa fue una de las razones por las que nos peleamos con Angel; yo quería pasar horas y dedicarle tiempo. Ese disco lo maqueteamos todo en mi casa y entre lo que hicimos, grabamos e hicimos todos esos arreglos, pasamos un año, y no por vagancia, sino porque de verdad era una cuestión de "hoy no salió, mañana va a salir, vamos de nuevo" y evidentemente se hizo hizo largo. Me acuerdo que volvimos, y pasó que tocamos con Juan Manuel [Chaín, guitarrista actual de la banda], fue su primer concierto, entonces, entre que las teníamos que reversionar porque eran acústicas y él no se sabía las canciones, la banda era cualquier cosa, era un invento loquísimo, todo desde cero, y estuvo bueno, estuvo re bueno.
Muchas veces se ha dicho que La Luz Mandarina es una de las principales exponentes del indie boliviano, no solo a nivel Santa Cruz, sino de todo el país, ¿sienten que se han convertido en un referente de la movida?
Pablo: He oído decir cosas parecidas también. Ese término "indie" nunca lo termino de entender, no sé. Lo entiendo como música generada de manera independiente, libre y bueno desde ahí tal vez. No sé qué decir; soy consciente de ciertas cosas, como que en algún momento éramos una banda medio sola en la escena cruceña, no había mucha gente con la que acompañarnos y tocábamos con bandas punk, empezamos medio ahí, tocando con Six o Sector 7G, éramos una banda medio anómala y de un tiempo a esta parte vemos como aparecen otras bandas, incluso hay como una escena. Entonces no sé si un referente pero sí estábamos medio solos, éramos como un capricho extraño, nadie terminaba de entender qué era lo que hacíamos.
Diego: No sé si un referente, sino más bien parte de un movimiento que quizá fue bajando de intensidad; hubo en algún punto que muy pocas bandas tocaban material propio en vivo y creo que ahora hay un montón, y hay un montón de eventos, y había un montón de bandas que la estaban peleando y ahora hay más que la siguen peleando y está bueno ser parte de eso.
Pablo: Nosotros venimos de la movida de Perfecto Discos de alguna forma, que fue como un boom de una vida muy breve, pero lo que dejó claro era que habían todo tipo de sonoridades en este under, habían muchas bandas sonando de muchas formas distintas, y ya al final pocos seguimos trabajando, Charango y nosotros, pero coincido con lo que dice Diego, más como parte de eso.
"Los ritmos violentos" es la última canción que grabaron como banda, publicada a mediados de 2021. ¿En algún momento sintieron que podría ser lo último que harían?
Mateo: La verdad, no. Más bien fue como una cuestión de buscar hacer algo diferente a lo que veníamos haciendo. En ese momento no tenía la sensación de que fuera a terminar o algo así.
Pablo: Yo tampoco. Me acuerdo que cuando terminamos de grabar Los días de furia y oro, y cayó la pandemia, que fue como un bache, ahí medio que me empecé a replantear, "¿qué hacemos? ¿Seguimos, paramos?", como que se había perdido el impulso, y grabar esa canción y que se dé cómo se dio y que nos guste tanto, porque creo que es nuestra canción favorita hasta ahora; y no, ni cagando, no pensé que eso fuera lo último que íbamos a hacer. La desazón y un poco esa necesidad de pausa fue naciendo después. Si bien esa canción la hicimos todos, nos tomó bastante tiempo, tuvo un laburo super artesanal esa canción, como todo lo que hacemos; nada nos sale fácil, esa también es otra cuestión, para nosotros nada es fácil, no somos como otros amigos, o conocidos, compositores re virtuosos, "tengo 20 canciones en mi disco y otras 30 para mi álbum solista" (risas), y para mí, cada canción es como un proceso de picar piedra, así como artesanos durante meses, es muy difícil para mí y creo que eso cansa también, pensar en todo el tiempo que lleva. En todo caso creo que es una buena canción con la cual hacer pausa, estamos parando con algo que nos representa creo que en lo más alto de nuestras capacidades, entonces está bueno parar ahí.
¿Hay más música que queda en el tintero?
Pablo: Algunas cosas, hay una que otra cosa. Nosotros hace un tiempo que venimos de tratar de retarnos a nosotros como banda, siempre hemos sido medio caprichosos con eso, entonces sí hay canciones, que no sé si son canciones, hay como ideas o cuestiones que podrían estar buenísimas pero que nunca resolvimos, y después hay canciones que podrían estar bien, pero creo que no son un reto para nosotros, no son como interesantes. Le debe pasar a todo el mundo, vos querés como que lo nuevo que hacés sea un poco más difícil, o no difícil, pero por lo menos inesperado, a nosotros nos interesaba eso. Cuando hicimos esta última canción nos pusimos un montón de varas, así como a propósito, yo no sé si oyeron sobre los procesos de creatividad de Brian Eno -voy a "nerdear", van a disculpar- yo en esa época, cuando estábamos grabando "Los ritmos violentos" estaba leyendo a Brian Eno y él decía que cada vez que entraba al estudio tenía como ciertas consignas, cosas que no podía hacer, que lo obligaban a pensar de otra manera. Me acuerdo que cuando fuimos a grabar, una de las cosas que teníamos como consigna era no tocar como tocamos siempre, no tocar en el 1 [compás], yo al menos soy un músico súper básico, era una manera de darle la vuelta y todos teníamos esas consignas como "no toques ahí", fue un ejercicio medio cerebral desde ese lado, pero a propósito, muy consciente. Después escuchamos el resultado final y a veces -cuando lo empezamos a ensayar- nos re costaba, era imposible tocarlo igual, como que nos excedía (risas), pero eso era lo divertido. Ya cuando sonaba nos sentíamos doblemente orgullosos.
¿Cuándo toman la decisión de hacer esta esta pausa? ¿Cómo la comunican a los demás?
Pablo: Esto nació de mí, principalmente. Ya me había pegado bastante mal el hecho de hacer el disco y que se vaya Ángel, fue una huevada dura, porque lo habíamos grabado con él, y después también Sebastián se fue de la banda. Se sintió como que se estaba desintegrando la banda. Ahí dije "me parece que esto tiene que descansar"; sin ellos no sentía del todo correcto, pero tampoco se sentía bien haber hecho todo ese trabajo -porque al final no eran solo ellos dos la banda, éramos más- y dejarlo. Cuando todos decidimos seguir adelante, presentar el disco, una cosa llevó a la otra, fuimos tocando y demás, pero en el fondo de mi cabeza siempre estuvo ese ruido de por cuánto más podemos sostenerlo sin esas dos fichas que eran muy importantes en el proceso creativo. Lo he charlado con Diego muchas veces, con Mateo también. Después de que hicimos "Los ritmos violentos" y empezamos con los problemas con los bateristas, que iban que venían, todo eso empezó a pesar cada vez más, era cada vez más difícil mantener este proyecto vivo. Un día vi que nuestra primera tocada había sido hace nueve o 10 años, y dije "tiene sentido, son muchos años; capaz esté bueno parar un poco". Contárselo a los changos fue nomás como decirles esto así como te lo cuento. Algunos coincidian, quizá no con la idea de parar, pero sí con las sensaciones, el cansancio, la dificultad, ya no hay ese ímpetu de "sí, vamos todos a ensayar", todo es más difícil, sacrificar cosas...
Diego: Cuando hablamos con Pablo sobre volver a la banda ya estaba tomada la decisión, entonces yo ya volví con la banda en esta condición. (risas)
Mateo: Me acuerdo que justo estaba de ida a trabajar cuando me llegó el mensaje de Pablo diciéndome que quería terminar, poner en pausa la banda, y le dije a Pablo que lamentaba que tenga que ser así, pero qué si quería seguir haciendo música en el futuro yo estaba ahí. La experiencia con la banda me ha ayudado a crecer como músico, siempre voy a tener esa gratitud hacia todos ellos, todos lo que estuvieron ahí.
Pablo: Esto nació de mí, principalmente. Ya me había pegado bastante mal el hecho de hacer el disco y que se vaya Ángel, fue una huevada dura, porque lo habíamos grabado con él, y después también Sebastián se fue de la banda. Se sintió como que se estaba desintegrando la banda. Ahí dije "me parece que esto tiene que descansar"; sin ellos no sentía del todo correcto, pero tampoco se sentía bien haber hecho todo ese trabajo -porque al final no eran solo ellos dos la banda, éramos más- y dejarlo. Cuando todos decidimos seguir adelante, presentar el disco, una cosa llevó a la otra, fuimos tocando y demás, pero en el fondo de mi cabeza siempre estuvo ese ruido de por cuánto más podemos sostenerlo sin esas dos fichas que eran muy importantes en el proceso creativo. Lo he charlado con Diego muchas veces, con Mateo también. Después de que hicimos "Los ritmos violentos" y empezamos con los problemas con los bateristas, que iban que venían, todo eso empezó a pesar cada vez más, era cada vez más difícil mantener este proyecto vivo. Un día vi que nuestra primera tocada había sido hace nueve o 10 años, y dije "tiene sentido, son muchos años; capaz esté bueno parar un poco". Contárselo a los changos fue nomás como decirles esto así como te lo cuento. Algunos coincidian, quizá no con la idea de parar, pero sí con las sensaciones, el cansancio, la dificultad, ya no hay ese ímpetu de "sí, vamos todos a ensayar", todo es más difícil, sacrificar cosas...
Diego: Cuando hablamos con Pablo sobre volver a la banda ya estaba tomada la decisión, entonces yo ya volví con la banda en esta condición. (risas)
Mateo: Me acuerdo que justo estaba de ida a trabajar cuando me llegó el mensaje de Pablo diciéndome que quería terminar, poner en pausa la banda, y le dije a Pablo que lamentaba que tenga que ser así, pero qué si quería seguir haciendo música en el futuro yo estaba ahí. La experiencia con la banda me ha ayudado a crecer como músico, siempre voy a tener esa gratitud hacia todos ellos, todos lo que estuvieron ahí.
¿Qué significa para uds este último baile?
Pablo: Para mí es es como cerrar un ciclo, sobre todo por eso, son nueve años y también hay una cuestión simbólica en el hecho de que nuestro último disco lo presentamos ahí, hacemos este concierto en el mismo lugar; le tengo como un cariño especial al lugar. Como hablábamos recién, "cuál es el mejor recuerdo que tienen" y fue haber presentado el disco ahí. Para mí es como que todas las razones que llevan al cansancio y lo que sea no tienen que ver con la música, porque cuando me junto a ensayar con mis amigos está buenísimo. Todo lo que implica el después es muy agotador. En cierta manera es como resetear ese músculo. No quiero ser ese tipo que al pedido de "queremos que tu banda esté" responda durante cinco años "no, estamos ensayando, se vienen 'cositas'" (risas), no. Estamos cansados, boludo, vamos a parar un rato, chau, mañana vemos, pero ahora estamos cansados. Para mí, "El último baile" es ese gesto, nos encanta esto, pero venimos haciendo esto hace nueve años, estamos cansados, pasémosla bien, nos veremos mañana, o no.
Diego: Yo lo veo como que hace tiempo no toco con mis amigos y voy a ir ahí a divertirme.
Mateo: Es eso que uno siente, que no disfrutó las cosas como tienen que ser hasta el momento en que se pierden, pero por suerte hay esta última vez, me va a quedar ese recuerdo, estoy esperando ese recuerdo.
Pablo: En todo caso nos queda una ansiedad de cómo va a ser lo que vendrá, pero sea lo que hagamos, debería ser otra cosa.
Si bien es una pausa, nadie puede asegurar que vuelvan en algún momento. De ser este el fin de La Luz Mandarina, ¿que quedó pendiente, qué les faltó por hacer?
Pablo: Puta, (risas). Para mí fue salir a tocar las canciones cuando estábamos con ese amor por esas canciones, haber terminado el disco y haber salido a tocarlo, así como lo tocamos aquí aquella noche, eso mismo hubiéramos querido hacer en otras ciudades, con nuestros amigos de otras ciudades, con las bandas amigas en otros lugares; eso es lo que más me apena.
Mateo: En el mismo sentido de lo que dije hace rato, a mí me pasa eso de no darse cuenta de lo bien que estaba uno hasta que pasan cosas; por qué no le puse mucha más atención cuando empecé. Cuando empecé no pensaba llegar a quedarme, Ángel me habló y me dijo si quería tocar en esta fecha, "necesitamos violinista y no tenemos uno", pero no tenía pensado siquiera "voy a seguir tocando", y me quedé ahí y pasaron cinco años.
¿Creen que van a dejar un hueco en la escena? ¿Se irá a notar la ausencia de La Luz Mandarina?
Pablo: No sé, falta mucho tiempo para saber. Espero que no, la verdad. Hay bandas nuevas, hay gente nueva, hay otros sonidos, hay otras cosas; espero que se sigan haciendo conciertos, espero que se sigan filmando cosas.
Diego: Creo que la movida musical está bastante bien, han salido muchos nuevos artistas y siguen saliendo, y como dice Pablo espero que no se note nuestra ausencia.
Mateo: Que no dejen de hacer conciertos.
¿A qué se van a dedicar, tienen planes/ideas musicales, cada cual por su cuenta?
Pablo: De hecho, charlé un poco con Mateo y le comentaba que una cosa que nosotros nunca hemos hecho mucho en vivo es improvisar. Nos encantaba hacerlo antes de ensayar y es una práctica que hemos medio que perdido, porque siempre estamos urgidos con fechas y no tenemos baterista (risas), entonces fue ensayar rápido y salir del bache. Antes, cuando éramos una banda un poco más estable, nuestros ensayos siempre eran como media hora de improvisar, de armar cosas ahí, y era un espacio muy lindo, no había el formato canción, no había nada. Coincidiendo un poco también con la música que escucho últimamente le hablaba a Mateo, ya estamos pensando ensayar después de que se acabe esta última fecha, juntarnos con otra idea en la cabeza, donde nadie versione ninguna de las canciones de La Luz Mandarina, hacer otra cosa. Nos gustaría eso sobre todo, abandonar las canciones por un tiempo, dedicarnos más a las cuestiones tímbricas en sí mismas, de clima, que respondan nada más a nuestro estado de ánimo. Hacer música desde otro lugar.
Mateo: A mi me parece increíble poder seguir seguir haciendo música con él, con ellos, es una conexión que no es fácil de lograr, comunicarse con alguien a nivel musical, ese sería mi futuro, estar ahí, explorando esos nuevos lugares.
Diego: No tengo planes, no sé qué vaya a pasar, pero quisiera seguir activo en la música.
¿Algo más que quisieran decir, comentar?
Pablo: Creo que en algún momento hablamos de eso, es importante mencionar el hecho de que muchísima gente ha pasado por esta banda, han habido muchas personas colaborando, y la naturaleza de este proyecto siempre tuvo que ver con el involucramiento de muchas personas. Algo de lo que me tengo que arrepentir es no haberle agradecido lo suficiente a todas las personas que estuvieron ahí, porque tuvimos momentos críticos donde hubo gente que vino y nos salvó y elevó la calidad de lo que hacíamos entonces, y recibimos ayuda de todos lados. Me parece importante que las personas que colaboraron en el proyecto, y sobre todo que formaron parte de la banda, sepan que son súper importantes para nosotros hasta el día de hoy; si no fuera por todas las personas que estuvieron acá, la banda no existiría...
Presentación de Los días de furia y oro - CC Seoane, octubre 2019 (Foto: Juan Pablo Imana)